Cuentos con reflexión

El primer día de colegio de la brujita Tita (Eva María Rodríguez)

Tita era un brujita pequeña, que comenzaba a ir a la escuela por primera vez. Y qué pocas ganas tenía de ir al colegio. A Tita lo que le gustaba era hacer hechizos y pócimas, molestar a las hadas del bosque y fastidiar a las brujas ancianas.

Precisamente una de esas brujas ancianas era su abuela, y además la jefa de las brujas.

– Vamos, Tita, no seas tan perezosa, que al final vas a llegar tarde a la escuela -le decía su abuela.

– ¡Qué pesada eres abuela! -dijo Tita-. Te voy a hacer un hechizo para que crezcan tomates en la verruga de la nariz como no me dejes en paz.

– Hay que ver lo rebelde que has salido, mocosa -dijo la abuela-. A la escuela he dicho, o la que va hacerte un hechizo voy a ser yo.

Tita sabía que su abuela hablaba en serio, así que no le quedó más remedio que ir a la escuela. Se puso su sombrero picudo de bruja y su escoba y se puso en marcha.

Pero tras su rebeldía lo que de verdad ocultaba Tita era mucho miedo, porque en la escuela no había otras brujas. Había hadas, elfos, magos… incluso niños normales. Pero no había brujas. Y todo el mundo sabe -o, al menos, dice- que las brujas son malas y hacen cosas muy desagradables. Y Tita no quería ser la mala de la clase.

Tita entró con la cabeza agachada, sin mirar a nadie, y se sentó en la última fila de la clase. La profesora pasó lista. Cada niño tenía que levantarse, decir su nombre completo, de dónde venía y qué era lo que le gustaba. A Tita le tocó la última.

Con mucha vergüenza, Tita se levantó, con su gorro calado casi hasta la nariz. Sin levantar la vista, Tita se presentó:

– Soy la brujita Tita y lo que más me gusta es hacer hechizos con los animales del bosque.

– ¿Qué hechizos te gusta hacer? -preguntó una de sus compañera, un hada de pelo rojo con destellos morados.

– Me gusta ponerle bigote a las ranas y piernas a los peces. A veces incluso le pongo cuernos a los gatos y escamas a los ciervos -explicó Tita.

– Pero, ¿y los dejas así? -preguntó muy sorprendido un mago de pelo plateado y ojos amarillos.

– ¡No, claro que no! -contestó Tita, enfadada-. ¿Por quién me has tomado?

Con el enfado Tita no se había dado cuenta de que había levantado la cara y que el gorro se le había caído.

– ¡Wow! -dijeron todos a la vez, incluida la maestra.

– ¿Qué pasa? -dijo Tita-. Soy una bruja horrible todas las brujas me lo dicen pero no se rían de mí por eso. ¡Son unos maleducados!

Tita se sentó y empezó a llorar.

Un elfo fue el único que se atrevió a hablar:

-Tita, no eres fea sino todo lo contrario. Tal vez a las brujas no les encaje cómo eres. Pero a nosotros nos encantas.

El primer día de colegio de la brujita Titaita tenía la piel clara y no tenía verrugas o cicatrices como el resto de las brujas. Su nariz era preciosa, pequeñita y delicada. Su pelo pelirrojo brillaba como el sol y sus ojos verdes como esmeraldas eran grandes y expresivos.

– La belleza es una cosa relativa, que depende de cada cultura, Tita -dijo la maestra-. Vayas donde vayas nunca debes avergonzarte, porque tú eres así. No dejes que nadie te haga sentir inferior por ser diferente.

Tita no salía de su asombro.

– Gracias… -dijo.

– Oye Tita, ¿tu escoba vuela de verdad? -preguntó uno de los elfos.

– Sí… Si queréis luego les doy una vuelta -dijo Tita.

– ¡Bien! -gritaron todos a la vez.

Así fue como Tita descubrió que el colegio era un lugar donde conocer gente nueva y donde aprender cosas tan importantes como que en la vida hay que ser uno mismo y no dejarse arrinconar por quienes te consideran diferente.

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