Cuentos con reflexión

La mujer y la piedra

Una Mujer Sabia que viajaba por las montañas, encontró una piedra preciosa en un arroyo. Al día siguiente se encontró con otro viajero que estaba hambriento, y la mujer sabia abrió su bolsa para compartir su comida. El hambriento viajero vio la piedra preciosa y le preguntó a la mujer si se la daba. La mujer lo hizo sin dudar. El viajero partió, alegrándose de su buena fortuna. El sabía que la piedra valía lo suficiente para darle seguridad por toda la vida. Pero unos días más tarde volvió a devolverle la piedra a la mujer sabia.

Dijo el viajero: He estado pensando lo que vale la piedra, pero te la devuelvo con la esperanza de que me puedas dar algo aún más precioso: «Dame lo que tienes dentro de ti que te permitió darme la piedra».

¿Qué estamos dispuestos a hacer o dar por los demás?  ¿Qué es lo más precioso que tenemos? Dinero, alguna posesión especial, algo que nos dio algún familiar, o tal vez nuestro tiempo.

Cada uno tenemos posesiones que valoramos.  ¿Seguimos alguna creencia específica para determinar que eso es lo que más vale o lo más precioso de nuestras posesiones?  ¿ Hasta donde el valor de las cosas se ha convertido en un grillete para nosotros? El apego muchas veces solo es eso una cárcel que creamos por así convenirnos, y digo convenirnos aunque realmente solo es cumplir con alguna creencia o creer que estamos fabricando con esa posesión un escudo que nos permite protegernos contra algún miedo.

La realidad es que el desapego a lo material lo que nos da es libertad. Y yo siento en mi corazón que en este cuento lo que le pedía al final el viajero a la mujer sabia eran: empatía, conexión, sabiduría, y hasta cariño; pero, lo que realmente quería esa capacidad de dar lo más valioso sin doler: libertad al apego, «desapego».

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