Coaching, Espiritualidad

El sentimiento, la razón y las metas

Cuando dejemos de buscar el amor, la aprobación y la aceptación fuera y nos hagamos responsables de nosotros mismos y de proporcionarnos bienestar y felicidad es cuando empezamos a recuperar nuestro poder interior.

Todos buscamos felicidad, bienestar, satisfacción y paz interior; y esta se da cuando logramos hacer una conexión interior y cuando vivimos desde adentro y no desde afuera. Siempre se le ha enseñado a las personas a actuar pensando con la cabeza, muchísimas veces he escuchado referirse principalmente a los niños con frases como: para qué tienes la cabeza, no solo para peinarte sino para pensar. Enseñando entonces que uno debe actuar guiado solo por la lógica o la razón y no por los sentimientos internos ni la intuición. Nos enseñan a desconectarnos y nos ayudan a hacerlo lo mejor posible, lo hacen los adultos que se hicieron cargo de nosotros cuando éramos pequeños, al no satisfacer nuestras necesidades de paciencia, atención, amor, afecto, y al herirnos por ser vulnerables y estar indefensos ante sus acciones y hoy tenemos un Niño Interno abandonado, herido y con carencias.

Las constantes críticas, juicios y desaprobación que recibimos de ellos cuando éramos pequeños crea en nosotros una sensación de ser imperfecto, tener poco valor y ser indigno de amor, esa sensación es con la que cada persona empieza a construir su autoimagen y amor propio. Al no contar con armonía y calidez en el hogar en el que vivíamos cuando éramos pequeños, adicionado con recibir continuamente desaprobación y críticas, dejamos entonces de encontrar bienestar en nuestro interior y nos bloqueamos para buscar satisfacción, aprobación y una sensación de paz solo en el exterior. La parte racional , el Adulto Interior, prefiere protegerse de sentir las heridas del Niño Interior, pues le enseñaron a pensar con raciocinio para actuar, antes de consultar con sus sentimientos e intuición, por lo que se desconecta de él y prácticamente lo abandona.

La Conexión Interior se realiza cuando ambas partes actúan juntas, el Adulto decide aprender de las heridas del Niño Interior, se hace cargo de ellas y de él, empieza a tomarle en cuenta y ayuda a su proceso de sanación. Nos conectamos cuando tomamos atención a nuestros sentimientos y presentimientos, aprendemos y actuamos en consecuencia de ellos, prácticamente cuando el Adulto es amoroso con el Niño Interior, se hace cargo de él y atiende sus necesidades. Todos quisiéramos tener relaciones maravillosas, nutritivas y vivir conectados con los demás, pero es indispensable para conectar verdaderamente con los demás conectar primero con nosotros mismos. Todos tenemos un Niño Interno que es la parte nuestra que viene acumulado todas las emociones de nuestra infancia, tanto las positivas como las negativas, y si no somos conscientes de ello podemos aprender lo que nos causa dolor y sanar. Pero a veces queremos desconectar con las emociones negativas y no responsabilizarnos de ellas, y en realidad lo que hacemos es desconectarnos con nuestro Niño Interior y lo dejamos abandonado a su dolor. Nuestro Niño Interior como cualquier niño tiene una gama completa de emociones: alegría, dolor, felicidad, tristeza, entusiasmo, rabia, etc.

Es también nuestra parte instintiva y los sentimientos que son viscerales, algunos les llaman el inconsciente; pero podría ser inconsciente solo porque se le presto muy poca atención, pero si decidimos cambiar eso y aprender de él, es una parte nuestra de la que podemos ser totalmente consientes. En nuestro Niño Interior están todos nuestros sentimientos, nuestros recuerdos, y nuestras vivencias de la infancia, a los que podemos acceder si deseamos aprender y crecer junto con él. Un niño y un adulto que viven en en nosotros es él el equipo o la combinación que tenemos para lograr nuestros objetivos y metas. Digo combinación porque es a veces a uno a quien usamos y en otras ocasiones a otro. Para el mejor trabajo de nuestro equipo tenemos que tener un un niño sano, lo más posible. Las metas Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni alcanza altura con un solo vuelo. Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces. Nadie recoge cosecha sin probar muchos sabores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra. Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones, ni se mete en el barco sin temerle a la tempestad, ni llega a puerto sin remar muchas veces. Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas, ni recoge rosas sin sentir sus espinas. Nadie hace obras sin martillar sobre su edificio, ni cultiva amistad sin renunciar a sí mismo.

Nadie llega a la otra orilla sin haber hecho puentes para pasar. Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de la vida. Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad. Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que perseguía un imposible. Nadie conoce la oportunidad hasta que esta pasa por su lado y la deja ir. Nadie encuentra el pozo del placer hasta caminar por la sed del desierto. Pero nadie deja de llegar, cuando se tienen la claridad de un don, el crecimiento de la voluntad, la abundancia de la vida, el poder de triunfar y el impulso de si mismo. Si sacas todo lo que tienes y confías en ti, esfuérzate,  ¡porque lo vas a lograr!

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