Después de 15 años de haber visto a un compañero de preparatoria, tengo la fortuna de volver a verlo. Las condiciones de este reencuentro fueron magníficas, ya que se enteró de lo que hacía yo. Se enteró que me dedicaba a dar coaching. Inmediatamente hicimos cita para platicar con mayor profundidad. Por mi lado, yo vi como en todos estos años se había hecho una gran persona.
Se mostró interesado en el coaching y nos pusimos de acuerdo para entrevistarnos para hablar de sus necesidades. Y tuvimos una primera sesión en la que yo explicaba todo lo que se podía lograr mediante las herramientas que tengo como Coach espiritual y Coach Ontológico. El, por su lado, expuso con detalle las metas que quería alcanzar, éstas eran de carácter personal y laboral. En breve llegamos a acuerdos de seguir adelante. Como en muchos acuerdos comerciales se firma por parte del Coach y por parte del Coachee (cliente) las reglas del juego. Esto es, las reglas de participación de las sesiones en las cuales se plasma la responsabilidad de ambos lados (horarios, frecuencia, intensidad, costo, etc)
El poder ayudar a una persona conocida mediante el coaching es complejo. Por un lado, es muy gratificante ver los logros que va teniendo, obviamente la satisfacción propia de haber sido parte de ellos y por otro lado la sensibilidad con la qué hay que tratar las situaciones; aunque sea conocido y cercano, me está contratando para ser su Coach, por tanto no puedo en ningún momento tocarme el corazón para que no tenga que pasar por donde le pueda doler más si es el camino que le dejará el mayor aprendizaje.
Empezamos con las sesiones y veía que caminábamos a muy alta velocidad. En mi experiencia, no hay contrato de coaching que tenga que durar más de 6 meses. Las sesiones de coaching no son cada semana y esto es por la intensidad de las mismas. Se requiere un poco más de tiempo entre sesión y sesión para que toda la información baje y sea consciente.
Al poco tiempo, empezó a faltar a sus sesiones. Me quedaba esperando y no llegaba. Y luego pasó un poco más de tiempo, hasta que hablamos de regularizar las sesiones a cada dos semanas. Y el acuerdo fue aceptado por ambos lados. Pero, la realidad es que no fue así, en ninugun momento se pudo regularizar hasta este momento. Y para complicar más las cosas, hace algunos días me enteré que el verdadero problema de este amigo que había dejado de ver por aquellos largos 15 años era un problema de salud que lo tenía en la cuerda floja en más de un aspecto de su vida. Esta noticia me hizo sentir terrible, no porque yo le hubiera causado el daño ni mucho menos. Pero porque creía que «Yo tengo la solución» y el no la estaba aprovechando. Pero lo más terrible es que yo no me había dado cuenta de su situación y por tanto, no le estaba dando la solución que el buscaba.
Y digo «Yo tengo la solución» porque hace relativamente poco, mi vida tomó un giro de 180 grados en el que decidí abandonar la vida corporativa empresarial por dedicar mi vida para «estar al servicio«. Sin analizar a fondo mi situación del momento, que necesidades tenía satisfechas y cuales no, lo que es una realidad es que: todos tenemos un camino o una misión en esta vida. Y desde hace un poco mas de un par de años que me di cuenta que según yo, lo tenía todo, y al mismo tiempo no lo tenía porque era infeliz y me daba cuenta que no por más tener o por más gastar me sentía mejor. Y afortunadamente se me abrió esta puerta de «estar al servicio«, que también hoy me doy cuenta que es lo que mejor sé hacer, lo que me da más satisfacciones, donde aprendo cada día y lo que hago con más gusto.
Pero, regresando al relato de mi amigo: Tomé la iniciativa de llamarle por teléfono y hacerle saber que la historia que había escuchado de otro amigo en común con otro problema de salud similar pero no igual, al cual pude ayudar a desprogramar su enfermedad, era verdad y real. Es algo que había ya hecho varias veces y podía repetirlo con el, si Dios así me lo permite. En esta llamada telefónica, llegamos rápidamente a un nuevo acuerdo de vernos para revisar la situación y discutir las diferentes vertientes de su caso. Había llenado yo unas hojas para guiarlo día a día con actividades espirituales, con sugerencias nutricionales, y por supuesto con frecuencia de sesiones para liberarlo esta situación tan dolorosa por la que estaba pasando. Porque lo primero que me venía a la mente era que yo mediante un servicio de coaching y sanación entregados con todo mi amor, podría hacer la diferencia en su vida.
Pero, se me olvidó lo más importante, saber que quería el. Se me olvidó ponerme en su situación y verme atravesando todos los temores y creencias necesarias para curarme. Se me olvidó pensar que no hay sanación sin aprendizaje. Y como era de esperarse no vino a la cita. Esto me hizo sentir muy triste, sentí impotencia y sobretodo enojo, prácticamente se me cayó el mundo. Y con la falta de humildad que esto requiere, pensaba: «Yo conozco la solución» y sé que puede funcionar.
En ese momento realicé lo más importante: estar al servicio no se trata de mi. Se trata de estar ahí para cuando piden mi ayuda. Me repetí una y otra vez las sabias palabras de mi maestra «no hay peor ayuda que la que no te piden». Por lo que: estoy y estaré si decide venir por ayuda, estaré disponible al 100% para él y llegaré hasta donde nos lo permita Dios.
Mi gran aprendizaje es:
- no puedo controlar en que la gente quiera hacer las cosas como yo.
- Estar al servicio es estar con humildad presente en el momento en que me piden ayuda.
- mi tiempo no es el tiempo de los demás.
- mis necesidades no son las de los demas
- todo es perfecto como es
SOULCOACHING